viernes, 16 de septiembre de 2011

Ely

Llegó septiembre y el calor inesperado. El edredón devuelto a la cama juega a pelearse con los píes todavía negros y rasposos. Comienzo de curso, por fin, la plaza duerme vacía de ruidos. En mi cama se ha instalado un nuevo inquilino. También son tres los cepillos de dientes, una suerte de sorpresa.

Me paro a pensar que quiero escribir, pero no sé por donde empezar. Me cuesta no dirigir mi voz hacia ti, puesto que tu manuscrito es algo más que eso, es una carta. Una correspondencia que debe ser en dos direcciones. Debería empezar así como;

Extraño, sorprendente y espontáneo, amor y muso de ilusiones, Eloy... qué bonito nombre tienes. Intentando no colocar etiquetas incómodas -hijo- que últimamente el neo-romanticismo no acepta cliches de esos como querido o sentimiento... Es escuchar algo así y cae la líbido como la Bolsa.

Por eso prefiero hablar y mirar en clave, para que no bajes la guardia. Esa es en realidad mi malévola estrategia; hacer poesía con la vida intentando buscar otro sentido y otra forma que no sea rectangular, esférica... no me gustan los encierros y tampoco dar muchas vueltas.

Te he cogido de la mano, la he mirado y desde entonces si pudiese... me la follaría, como a Quim Gutiérrez. He construido un puente, de baldosas amarillas, entre tus ojos y los míos. A oscuras es más fácil engancharme y sentir, como Brian Molko en Blind, your eyes foreved glued to mine.


Tengo un melocotón que me está mirando, un pulmón calzinado, el pelo de la nuca erizado. De la Haza me has hechizado, me envuelves con tu voz, tus incombustibles bromas. Mi sueño acumulado me arranca el estímulo, las fuerzas para pinchar una burbuja de sí, esta noche he follado. 

Se ha sumergido mi miedo en una bañera con olor avena, aguanta la respiración sin decir nada, escucho palabras dislocadas. Te duermes y me abrazas, serpenteas, abres un ojo y no consigues verme, sólo mirarme. Y todo esto ¿gratis?, preguntó el chico del 15-M

No, gratis no, amigo. Perdí tu broche veneciano en el parque la noche de mi cumpleaños. No me di cuenta hasta el día siguiente y el miércoles después del trabajo volví a buscarlo. Pensé que sólo así me quedaría tranquila, pero tampoco. Qué calor hacía, todavía quedaban restos de los globos pinchados...y sin rastro de Ely. Y sí, como cuando tienes ganas de escribir, confirmaba con rabia que para mi también se está convirtiendo en importante. Me he mareado al escribir esta última frase.

Te llevaré a Venecia y allí nos haremos con otro broche..., mientras tanto y si me dejas, me gustaría ser y estar como...

Ely