lunes, 5 de diciembre de 2011

Fin de una batalla que nunca existió

No sé por que viniste el sábado, porque apareciste cubierto como un delincuente, afeitado como un niño, diferente y distante. Viajaste hasta mi con las ideas sencillamente claras y dificilmente comprensibles. No podía mirarte, ni siquiera hablarte, no quería estar en tu presencia que desprendía una energía enferma y sitiada. Me preguntaste qué pensaba... me invitaste varias veces a tu fiesta del infierno para que participase. Yo no quería, era injusto, era corrosivo y enfermizo. ¿El qué? Una vez más convencerme a mi, y sobretodo a ti, de que lo que hemos tenido, de que cada segundo que hemos tenido juntos se resumen en "esto es como cuando no te entiendes en la cama..." o alguna simplificación mejor suelta como una bala que busca un cuerpo donde introducirse.

No deberías haber dicho nunca que yo me estaba cansando de ti, no deberías haber dicho que me querías, ni que me fuese contigo a ninguna otra parte, no deberías haberme dicho que te regalaba momentos de felicidad, ni que eras un gilipichis cada vez que te enfadabas conmigo sin sentido.

Tenías que haberte mantenido firme como un hombre desde el principio, sin jugar a enamorarte, ni a dejar tu ropa en mi armario, ni tu cepillo de dientes en mi vaso del baño.

Hablo mucho de tu forma de ser, no te escucho, llevamos dos semanas discutiendo por todo...puedes decir lo que quieras, puedes poner todas las excusas del mundo, pero no uses el verbo "rendir".

En primer lugar porque yo no he sido, ni soy, ni seré una fucking batalla. En el tiempo que hemos compartido juntos he sido más bombera que pirómana...

He sido consciente de tus miedos y debilidades; escuchando muchas veces un discurso que no piensas, no te crees, pero lo dices. Nunca he dicho que seas celoso, el fin de semana pasado te lo expliqué (la inseguridad no es lo mismo que los celos), he intentado estar a tu lado para darte confianza, para que me entiendas, pero sobretodo para que me sientas.

Eso es a lo que he dedicado mi tiempo los últimos meses ...a que me sientas. Sientas mis manos que quieren cogerte, mis ojos que no han cambiado la forma de mirarte, mi boca que te besa con "te quieros" y "no pasa nada, los dos nos equivocamos"..., te he envuelto con mis brazos y mi calor, te he prestado mi vida de ilusiones, fantasía, diversión y a veces agobio...para que te mezclases en la medida que tú quisieses. Te he dedicado mi tiempo de sueño, pasando semanas arrastrándome por compartir minutos de cama... que no de sexo.

Y lo más importante; te he abierto mi cabeza de inseguridades (porque yo también las tengo), te he contado mis secretos, te he alargado mi mano para hablar una y otra vez cada vez que lo has necesitado, incluido el sábado.

Te dije que necesitaba pensar, pero tú -poseido por tu adrenalina, impaciencia y mala leche...llegaste para arrasar como un huracán todo lo que tú has volcado en mi y todo lo que yo he volcado en ti, como si no fuese nada, como si el amor pudiese ser una fórmula matemática que en esta ocasión da resultado negativo.

Pues te confieso que te equivocas y mucho cuando dices "prefiero quedarme con lo feliz que he sido contigo..., con lo bonito que ha sido...", porque cuando uno consigue tomar esa decisión en frío, renunciando a los sentimientos, sin mirar nada más que su ombligo, es que NO HA SIDO.

No ha sido... no ha existido... el amor no se elige, el amor no desaparece en dos semanas, no te has rendido Eloy, porque nunca has luchado de mi lado. Has luchado en contra de mi... diciéndome y regalándome tu oportunismo desencanto, repitiéndome mil veces las pocas ganas que tenías de tenerme a tu lado (pero sin poder separarte), haciéndome daño con tu insensible manera de decir, pedir, disculparte y despedirte.

No te has rendido Eloy, has ganado.